Tu mente lucha, piensa, insiste en el intento, pero tu cuerpo no responde.
En un arranque de ánimo te levantas...te has puesto una meta y, contra todo viento y marea, debes hacerla realidad. Llegar a ella, aunque en el camino tengas que caer y levantarte en cada tropiezo de tus pies y de tu alma debido a la impotencia que surge sin ser llamada.
Animas tus pensamientos y todo accede a esa alegría: tu corazón se engrandece y la vida surge de nuevo.
Todo este tiempo he estado emocionalmente fuera de combate. He bajado a las profundidades del mismo ser como consecuencia del dolor del recuerdo.
Mi alma se encogió en su forma y en su fuerza; estaba rodeada de recuerdos dolorosos. Todo se reduce a debilidades, tristezas, depresiones y oscuridades. Te alegras cuando, con el tiempo, y la ayuda de tus seres queridos, empiezas a respirar, a coger fuerzas y casi te animas a ir de fiesta y ponerte guapa.
No encuentro palabras suficientes para explicar este estado de personalidad depresiva; lo tienes todo para ser feliz pero por ciertas circunstancias que se escapan, no consigues ver la felicidad en su plenitud. Hay algo en tu pecho que oprime tu corazón: dicen que es el timo cuando estás triste; tu ser interior que no termina de ver la luz.
Me han dicho que practicar reiki es sanador. Lo practicaremos.
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